La teoría de las sombras


Esta no es la alegoría de la caverna de Platón ni busca hacer referencia a ella, a pesar de la semejanza que pueda evocar el título.
El presente texto es simplemente un experimento en el que busco trabajar uno de mis mayores defectos para convertirlo en una virtud y no sólo eso… utilizarlo como una herramienta para acercarme a mi sueño.

Pienso demasiado las cosas. Todos me lo dicen.
Estoy parada frente a un día normal. Tú elige cuál, el que sea.
Me encuentro mirando fijamente al horizonte que supone la posibilidad de hacer o decidir cualquier cosa. De repente, miro a mis pies y veo cómo mi sombra da tres pasos al frente, despegándose de mis pies y, en el suelo frente a mí, se desdobla en tres sombras mías idénticas.

Reconozco frente a mí lo que parecen ser múltiples caminos de colores. Creo que quiero tomar el amarillo. Sin embargo, una de mis sombras da un par de pasos al frente y
toma el camino verde. Un color interesante. Mi primera sombra emprende el camino de losetas verdes y se dirige hacia una escuela. Toma asiento en uno de los lugares disponibles y se dispone a tomar clase, toma apuntes, participa, hace su tarea. Cumple, le apasiona lo que aprende y lo que hace con ello. Hace amigos, con unos se formaliza la amistad y con otros simplemente no se dieron las cosas. Alegrías y desengaños. Realiza sus proyectos escolares con estrés pero con pasión. Cumple en algunos, falla en otros. Disfruta el proceso. Llega a su casa, comparte su día con su familia e intercambia las experiencias del día con sus seres queridos.

La siguiente sombra toma el camino morado, mi color favorito… Camina en dirección a las piedras moradas que la llevan a una habitación, se encuentra con un muchacho o una muchacha, el lector decida el género. Se miran, se sonríen y platican alegremente durante toda la mañana. Discuten de la vida, argumentan en puntos en los que simplemente no pueden ponerse de acuerdo, intercambian opiniones, ríen y lloran despreocupadamente y disfrutan de pasar la mañana juntos. Finalmente mi sombra se levanta, se despiden y ésta segunda sombra regresa a casa a compartir su día con su familia, e intercambia las experiencias del día con sus seres queridos.

La tercera sombra elige seguir el camino azul. El color que, curiosamente, resulta ser el favorito de la mayoría de las personas que conozco, pero no el mío. Mi sombra toma el camino sobre la grava azul que la conduce a un estadio de fútbol. Los equipos ya están listos para jugar, el partido está apunto de arrancar. Mi sombra se quita las zapatillas y las cambia por unos tachos, se quita el suéter para quedarse en la playera de su equipo y toma su lugar en el partido. El juego arranca, el balón rueda a un lado, luego al otro, anotación de un equipo, anotación de otro… en realidad quienes me conocen a fondo saben que, apesar de mi actitud competitiva, nunca he sido una ganadora empedernida ni llevo la sed de la victoria en la sangre, así que dejaré el marcador al criterio del lector. Termina la partida, los jugadores estrechan manos, se dan palmadas en los hombros y, algunos molestos, otros satisfechos, se despiden con las manos, alejándose. Digan lo que digan, fue un juego excelente y demandante.
Mi tercera sombra emprende el camino a casa, llega con su familia a compartir su día e intercambia las experiencias del día con sus seres queridos.

Finalmente, después de vivir cada una su día y de compartir experiencias en casa, cada sombra regresa por el camino que tomó, se detienen frente a mí, se doblan nuevamente en una sola sombra y vuelven a dar tres pasos, ésta vez en mi dirección. Se adhieren nuevamente a mis pies y, en silencio y con paciencia, esperan mi decisión.

Después de unos momentos de meditación, doy un paso, luego otro… y tomo el camino amarillo. Creo que el haber visto lo que vivía cada sombra me facilita tomar éste camino aún cuando éste no es ninguno de los que vi, los cuales no representan ninguna certeza pero de alguna manera pueden ayudarme a tomar el camino amarillo con mayor seguridad, me ayudan a sentir que estoy eligiendo el camino correcto.

¿Es cierto esto? ¿O debería detener a mis sombras antes de que tomen cualquier camino y decidirlo en ése momento? 


Los Hornos, Huasteca Potosina, Misiones 2016

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