Cerrando Ciclos

"Mi tiempo aquí ya llegó a su fin", "No, pues es algo que ya quiero dejar atrás, quiero cerrar el ciclo bien", "Me ha hecho daño por tanto tiempo que quiero olvidarlo, necesito cerrar este ciclo ya".

Cerrar un ciclo.
¿Qué quiere decir eso?
Significa que tomemos una parte de nuestra vida y la cerremos, como a un círculo. Que se cierre para que ya no pueda afectarnos, para darla por terminada. Cerrar el círculo para que ya nada pueda salir de él, que todo lo que quedó adentro se quede ahí, dentro, para siempre.

Según la Real Academia Española, un ciclo es:
   Una serie de fases por las que pasa un fenómeno periódico
   Un período de tiempo que incluye una serie de fenómenos característicos
   Una serie de transformaciones por las que pasa un ser vivo a lo largo de su existencia

Sí, nuestra vida está formada por fenómenos y transformaciones, pero la vida en sí es, en mi opinión, el único ciclo que debería de cerrarse y que, naturalmente lo hace: Partimos de un punto y, eventualmente, volvemos a él. El resto de los "ciclos" que por lo regular buscamos cerrar en nuestras vidas son experiencias, "fases" o "períodos de tiempo" que, en lo personal, creo que no deberíamos cerrar nunca.

¿Porqué nos cuesta tanto trabajo "cerrar un ciclo"? Porque la vida no está hecha para que la dividamos en períodos de tiempo que deban cerrarse para que ya no nos afecten o para dejarlos atrás.

Imaginemos la vida como un cuerpo. Las venas son las experiencias que vivimos y a las que, cada vez que queremos cerrar un ciclo, les hacemos un nudo para cerrarlo, para dejarlo atrás. ¿Qué pasa con el cuerpo? A la larga crece con las venas hechas nudos por lo que ya no puede recibir nutrientes de ellas. Sigue creciendo pero no recibe nutrientes de todas las venas que tiene.

Creo que no deberíamos de buscar cerrar ciclos en nuestra vida, deberíamos, más bien, buscar asimilarlos, agradecerlos o superarlos, lo que requiera cada período de nuestra vida pero permitir que puedan seguir nutriéndonos con su recuerdo, bueno o malo. Cualquier cosa que hayamos vivido tiene la capacidad de enseñarnos algo, pero si la cerramos, no permitiremos que nos la transmita en el futuro. Cada vez que llegue a nuestra mente, querremos bloquearla o saltarla.

Un cuerpo está formado de venas que van creciendo y ramificándose, unas más cortas que otras, pero todas conectadas y permitiendo fluir la sangre al cuerpo para darle vida.
Un árbol crece cuando sus ramas se extienden y, a su vez, dan origen a nuevas ramas.
Todas estas ramas se nutren del mismo tronco, de su origen. Los frutos y la belleza por lo regular están en las ramas más nuevas y más altas pero no existirían si no estuvieran conectadas a su origen: el tronco.

No niegues tu pasado
No olvides tus dolores
No cierres tus ciclos

Supéralos
Acéptalos
Permite que formen parte de ti y de tu vida.
Porque al final, buenas o malas, las experiencias que hemos tenido son los ladrillos con los que nos tocó armar nuestra vida, deshéchalos y quédate sólo con los que sí te gustan y te quedarás con tres bloques. Saca el mayor provecho de los que te gusten y de los que no y lograrás construir una torre más alta. No será fácil pero, cuando lo logres, te sentirás satisfecho de no haberte deshecho de lo malo.

Sé que los psicólogos me van a querer golpear por oponerme a la idea de cerrar ciclos, dirán que cerrar ciclos es un proceso sano y necesario. Lo sano está en no permitir que un recuerdo o una etapa de tu vida te siga afectando, deteniendo o lastimando, pero no veo nada de malo en permitir que siga siendo parte de tu vida y puedas seguir recibiendo aprendizaje o fortaleza de todas esas buenas o malas experiencias. No se trata de dejar el ciclo abierto para que vuelva a suceder, sino de integrarlo a ese largo y complejo conjunto de venas que, juntas, forman tu vida.

Alemania, verano 2016


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