Una carta

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Cómo escribir una carta de odio

Una carta de odio no se escribe porque si. Una carta de odio nace del corazón y lo inquieta hasta que uno no tiene otra opción más que escribir. Una carta de odio, si este es sincero, es de las más fáciles de escribir.
Lo primero que debe hacerse es despertar el odio, alimentarlo para que la carta sea lo más fresca y explícita posible. Para esto se reviven los momentos del nacimiento del odio y se formulan preguntas al corazón acerca del origen de este odio. ¿Porqué se siente? ¿Hacia quién o qué se siente? ¿Desde cuándo se siente? para posteriormente inmortalizarlas en el papel. Para hacer esto, se debe conseguir un soporte donde se va a escribir la carta. De preferencia uno sin bordes afilados o partes peligrosas para evitar accidentes.
Después, se busca un objeto que pueda marcar sobre el soporte, buscando siempre legibilidad para las palabras puedan transmitir el odio con fluidez.
Se toma el objeto para marcar, se abraza con la mano en la posición que uno utiliza regularmente para escribir y… escribe.
Para hacer esto, arrastra sobre el soporte el objeto para marcar, formando una palabra, y luego otra. Y así sucesivamente, empapando cada palabra del odio que fue despertado unos momentos atrás. Se busca que cada palabra alimente el odio para poderlo plasmar en el papel, pero también se busca que a cada palabra que se escribe el odio también se apague, para que al final de la carta uno se sienta ya desentendido de este sentimiento. Este paradójico propósito de la carta puede lograrse si los pasos anteriores fueron hechos al pie de la letra y con el corazón.
Al finalizar la carta, el odio se ha transformado en tinta. Se debe buscar que este se permanezca en la tinta pues el sentimiento ha dejado de ser sentimiento, ha dejado de habitar el corazón para habitar un objeto, se ha liberado al corazón de tal carga pues no hay enfermedad, virus o arma que mate más que este sentimiento.


El último paso es más una sugerencia que un paso como tal: perder la carta y asegurarse de que sus palabras no regresen nunca al corazón.

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