Berlín, visto con los ojos vendados
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Foto: The Cook Book |
Esta entrada fue escrita por una de las personas con los ojos menos vendados que conozco. Un gusto poder compartir sus palabras en mi blog.
Para que, cualquiera que tenga ojos, sepa que puede ver.
La vida con los ojos vendados.
El momento de soledad, no hay ninguna mano que te ayude, incluso tú mismo no tienes las ganas de hacerlo, plasmado y tendido en el mismo suelo en el que alguna vez pudiste correr.
Todo comenzó en 1987 el día en el que decidí salir a explorar el mundo, conocer un poco de todo aquello de lo que me había perdido en la vida, conocer no es lo mismo que ver, que justamente era lo que venía haciendo desde años atrás. Los nervios recorrían mi piel, al momento de abordar simplemente veía la gente caminar como si no existiera alguna razón vivir, todo solía parecerme una triste y aburrida rutina, ver a la gente viajando sin ningún motivo en mente, yo en cambio, buscaba nuevos horizontes en mi vida, ¿mi destino? ¡Berlín! Sabía que me enfrentaba sólo a esta nueva travesía, no tenía nada mas que €100 en mi bolsillo desamparado, pero tenía una gran meta en mente que me motivaba a seguir adelante.
Cuando recién llegue a la capital, no hubo nadie ni nada que me impidiera seguir. Tras seguir adelante crucé mirada con aquella alegre y fulminante sonrisa que por unos momentos me dejó tirado en la calle de mis recuerdos, era esa persona con la que sueñas cada noche y añoras encontrarte algún día, yo ya no tenia que seguir durmiendo ni un día más, al principio no me realizaba, atascado entre la incógnita de saber si era ella un producto de un sueño mas, o en verdad estaba encontrando el contrapunto de mi alma.
Me imagino todo el mundo espera ese momento en el que encuentras esa mirada que puede penetrar hasta el más denso humo, pues ella no era un sueño, no sé si mi mente estaba volando en los recuerdos, era sin duda la palabra que mejor describiría el significado de la palabra "contrapunto".
Me sentía un investigador privado o algo parecido, lo único en lo que pensaba era en cómo me acercaría a ella, puesto que no quería interrumpir su lectura, tenía que idear algo usual y sutil. Mis manos sudaban, difícilmente podía seguir caminando hacia ella, puesto que cada movimiento era equivalente al fango más denso y profundo. Por casualidad dejó su libro a un costado, al principio creí que se levantaría para tomar su vuelo, o que había sentido mi presencia muy abrumadora e imponente, pero no fue así, simplemente decidió que ya había esperado mucho tiempo... ¿a quién? No lo sé. No tuve muchas opciones, pues hay momentos en la vida que no se repiten, más hubiera perdido sin conocerla, o al menos eso pensé, salí tras ella, parecía que traía prisa o que alguien la esperaba.
Tiró su libreta que, sin dudarlo dos veces recogí, ella llegó desconsolada a la catedral y yo por otra parte plasmado y sorprendido de ver la construcción más hermosa en la que jamás había estado. Ella tal vez ya había olvidado la hermosa catedral, simplemente había pasado tantas veces que ya no la sorprendía, se había convertido en su rutina y no en un regalo que la vida le tenía preparado. Se preocupó más por aquello que ni siquiera había estado a su lado para darle una finalidad a tan apresurada caminata. Sin usar la razón le entregué su libreta, al verla de frente no se me ocurrió algo mejor que un "hola, dejaste tirada a tu libreta", Ella con un sonrisa obligada me vio, y me dio las gracias, yo por mi parte no me contuve las ganas de preguntarle cómo se llamaba... ¡Sofia! me respondió con un tono de cansancio y agonía.
Tras una charla que al principio fue un poco obligada, entendí que ella había esperado a su prometido en el aeropuerto, luego con mucha desesperación y sin usar la razón recordó el lugar donde se habían conocido, quería regresar a su pasado y por lo menos recoger sus memorias en las cuales había tenido la oportunidad de abrazarlo y de sentirse invencible. Yo tenía un vago recuerdo de la historia, se me hizo tan familiar escuchar que pude hacerle entender que el problema no era ella, que simplemente el amor la había cegado un poco de su propia esencia de vida, que había apreciado más a alguien más que a ella misma.
Después de todo, simplemente no supo qué responderme, yo me sentía enredado, nunca tuve esa certeza más que realizada en mi mente, olvidada en los recuerdos de algún momento que vagamente recordaba.
¿Era realmente yo quien había dicho todas esas palabras de aliento a tan perfecta mujer? ¿O era aquello tan interno que había salido desde mi interior? El ego que muchas veces las personas están acostumbradas a retener es aquel que te destruye poco a poco, y por alguna razón nadie te ayudará, yo en ese entonces tuve que tomar fuerzas y saber que los caminos los puedes recorrer sin pensar, ver o analizar. Pero en algún momento de nuestras vidas podemos detenernos, tendernos en el suelo y recobrar el aliento, para así levantarnos con una nueva perspectiva de vida.
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