El Amor como protagonista

Lo más importante en esta vida
es aprender a dar amor y a dejarlo entrar
-Morrie Schwartz

Una constante en las historias del hombre es el amor.

Antes habría creído que su protagonismo se debía a la grandeza y belleza de tan misterioso sentimiento… Hoy creo que se repite tanto en todos los contenidos simplemente porque vende. Ser subestimado: Le sucede a las cosas más grandes de la vida como la libertad, la sabiduría, la ambición y, claro, al amor. Y es lo más triste que le puede ocurrir a algo tan valioso, pero así es. Su grandeza, misterio, magia, fuerza y potencia fueron sustituidos por gráficas, esquemas y planes en los cuales se utiliza al amor como un recurso y no como un fin.

Se busca incluir al amor en una historia porque éste le dará forma y no porque la historia en sí esté formada por el amor, con sus altibajos, sus dificultades, ventajas y desventajas. En las historias modernas, el amor ya no es el protagonista, es simplemente un personaje secundario o de cameo que aparece para dar forma a cierta parte de la historia. Nada más. O le dan un protagonismo apenas justo, apenas perceptible. ¿Cómo? Presentándolo como lo que no es. Como algo predecible, o permisible. Como algo clasista o superfluo. Un protagonismo que no permite al personaje presentarse tal cual es dentro de una historia terminará por aniquilarla. La pretensión es el propio veneno de los autores.

Y, sin embargo, los autores modernos dirán que es necesario mostrar al amor tal cual es, crudo, injusto, dirán que es necesario despertar del ensueño del príncipe azul y de la princesa hacendosa. Pues bien, el amor no es ninguna de las dos cosas y es por eso por lo que el amor en una historia debe ser el fin y no el medio. Y es por eso por lo que puede crearse una historia llena de amor sin que sea romántica, ni clásica ni cursi.  Porque el amor en una historia nace y se siente desde que se escribe. Una historia de acción, de misterio, incluso un documental sobre un terrible suceso o sobre el asesinato de una persona… No es necesario mencionar a dos enamorados, ni incluir una escena apasionada o mostrar al amor tal cual lo entendemos -incluso más bien sería interesante escribir una historia sobre todo lo que no conocemos del amor, escribir una historia de amor sin nunca mencionar su nombre ni nada de lo que normalmente reconocemos como tal-.

Para que el amor esté presente en una historia no es necesario mencionarlo, más bien sentirlo mientras se crea. Toda historia debe ser escrita desde el amor que se tiene al arte para el que va dirigida, el amor es libre y está vivo y ya él decidirá en qué momentos de la historia se mostrará crudo y en cuáles otros se mostrará más agradable. Pero el amor sí tiene sus constantes, y no venga nadie a tratar de engañarme con que el amor no es fiel, no es justo o no es la cosa más hermosa que podemos dar y recibir los seres humanos. Hay muchas cosas en este mundo que no son justas, el mundo en sí mismo no lo es, tampoco es fiel y muchas partes de él han dejado de ser hermosas. Pero el amor no.  El amor, el verdadero, es siempre fiel, es siempre justo y es siempre hermoso.

Tantos años y tantos avances tecnológicos, tantas nuevas ideologías y principios por defender nos han encrudecido, empujándonos a creer que fuimos ingenuos por haber creído en el amor en un principio. Tantas series, tantos instastories, tantos caracteres por leer en las pantallas nos han adormecido de reconocer el verdadero amor, el que antes fuera el protagonista de nuestras vidas, el que nos hizo sentir tanto alguna vez y que, aveces, cuando nos descuidamos, nos permite volver a hacerlo. Tanto, tanto, tanto que tiene el amor verdadero por ofrecernos y nosotras las jovencitas hemos creído que teníamos que esperar a un príncipe azul para empezar a conocerlo. Cuando el amor verdadero en realidad siempre estuvo y siempre está, listo para escribir nuestras historias y seguirá tomando distintas formas para asegurarse que esté siempre dentro de nuestras vidas no importa el camino que tomemos, si decidimos siempre tomarlo con él.

Basta sólo creer que existe -cosa que suena fácil pero la mayoría de las personas se rehúsan a hacerlo-  y dejar de exigirle que tome la forma que queremos que tome. Al final, él es el protagonista. Y él tomará la forma que tenga que tomar en nuestras vidas para hacer de ellas grandes historias de amor.












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